4 de julio de 2008




El Chaparro y Yo.

Un Huachichil en el corazón del Anáhuac.


A la memoria de Don Pedro Jasso Bravo (Descanse en Paz)
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Las tierras que se identifican históricamente como El Gran Tunal, se ubican en una zona semiárida de México, al norte de lo que fue Mesoamérica. Sus fuerzas productivas no tenían el mismo nivel de desarrollo que las de la zona central de lo que ahora es México. Eran habitadas por etnias a las que genéricamente los nahuas denominaron chichimecas, (un despectivo que quiere decir "perros bravos" u "hombres rojos", según distintas versiones). Lo cierto es que resistieron estoicamente no sólo la dominación de los aztecas, sino también la de los españoles. Pelearon fieramente, sin treguas ni pactos, hasta casi su exterminio.Cuando los conquistadores de más allá del mar los derrotaron, para aprovechar la fuerza de trabajo de los pocos sobrevivientes acordaron con ellos la distribución del territorio. Obviamente. los blancos se quedaron con las partes buenas y dejaron a los indios el pedrerío y la desolación. Así ocurrió en San Luis Potosí, donde los comuneros fueron relegados a la parte sur de la ciudad. Así, la Comunidad de San Juan de Guadalupe y sus anexos Tierra Blanca y San Miguelito (como es su nombre oficial) tuvo sus primeros linderos en el jardín de San Francisco, a unas cuantas cuadras del centro de la capital potosina. A medida que la ciudad creció, fue aventando más al sur a los comuneros, privándolos de su tierra, siempre a cambio de nada.Se dio el caso de que los comuneros recompraron parte de su Comunidad, como la presa de La Cañada del Lobo de la que se habían apoderado los agustinos.La resistencia de los comuneros fue siempre débil, por desorganización y por ignorancia de las reglas del juego impuestas por el conquistador. Pobres entre los pobres, vieron con rabia impotente cómo la avaricia del dominador les fue relegando a zonas cada vez más ásperas y privando de su identidad como grupo étnico. Para la ciencia oficial, los huachichiles están extintos.No obstante que existen títulos de propiedad comunal que proviene del gobierno de la Nueva España, fue hasta 1953 que una resolución presidencial les reconoció el derecho a 14 mil 868 hectáreas, 60 áreas. Asimismo, se determinó que son 328 familias las que tienen derechos sobre la Comunidad.Su fortuna y su desgracia es la cercanía con la ciudad de San Luis Potosí: cada vez que ésta necesita crecer, traga parte de la tierra comunal. De su inmensa propiedad, mayoritariamente ubicada en la Sierra de San Miguelito, únicamente la parte conurbada con la capital tiene valor económico.La forma como el capitalismo hace crecer a las ciudades determinó que las tierras comunales dejasen de ser utilizadas para fines agrícolas, ganaderos y forestales. Al transcurso de los siglos, quienes fueron pastores, carboneros, gambusinos y cultivadores de la tierra, se convirtieron en albañiles, domésticos o francamente desempleados. La paradoja tomó cuerpo: quienes son propietarios en común de la mayor extensión de tierra en el estado, padecen los más altos niveles de pobreza.Con todo, ellos vivieron felices en medio de sus carencias... hasta que la ciudad de nuevo se abalanzó sobre sus terrenos y los invadió. Calizos y resecos, solamente son útiles para fraccionarlos y poblarlos, con lo cual se enriquecieron pillos de varia ralea.Con la plena complicidad del gobierno, algunos de los propios comuneros comenzaron a vender lo que legalmente no es materia de comercio (así lo ordena la herencia de Zapata en el artículo 27 constitucional). Luego hubo quienes, sin ser parte de la Comunidad, encontraron el caminito para valerse de aquéllos que habían vendido y de los que compraron por fuera de la ley y formaron un grupo que se entronizó en la directiva comunitaria gracias al apoyo de funcionarios y negociantes.En 19847 esa agrupación delictuosa, a la que se conoce como Los Juanes Perreros (porque uno de ellos se dedicaba a criar canes y venderlos de puerta en puerta), organizó una falsa asamblea en la que excluyó a todos los que se oponían a las ventas e incluyó a los compradores ilegales. Con ese nuevo "censo", pudo "ganar" las sucesivas elecciones y repetir en el Comisariado de Bienes Comunales y en el Consejo de Vigilancia (lo cual también es violatorio de la ley). Los verdaderos comuneros, por fortuna, resistieron por más de 18 años y hasta hoy no bajan la guardia.Con el neoliberalismo hecho doctrina oficial en México, la cosa empeoró: los gobiernos federal y estatal hicieron cuanto pudieron para "regularizar" las pillerías de Los Juanes Perreros, sobre la base del borrón y cuenta nueva. No dejan de asegurar que el censo espurio tiene validez, y que por ello cuando se convoque a asamblea tendrá que ser con esa base. Cualquiera entiende que eso no conviene a los verdaderos comuneros, ni resuelve el problema de fondo. Pero en gobierno insiste, porque es guardián de los intereses creados ahí.Las anécdotas son muchas, como es fácil entender: en más de 18 años, el saqueo hizo que se asentaran ilegalmente en la Comunidad más de 4 mil familias; los fraccionadores consiguieron pingües ganancias; los notarios resultaron favorecidos; los funcionarios obtuvieron su respectiva "comisión"; los políticos sacaron votos corporativos; y los falsos directivos estaban felices administrando un negocio que parecía nunca acabar. Solamente los comuneros que no participaban en las ventas, los genuinos, seguían sumidos en la marginación, y luchaban desesperadamente por frenar la locomotora que se les venía encima.Se dio el caso de que, cuando trataban de parar las construcciones en sus terrenos, los comuneros fueron encarcelados. Los dueños históricos de la tierra padecieron represión, debido a denuncias que presentaban los que invadían su tierra. Cualquiera entiende que esto sólo fue posible porque el gobierno daba protección a los traficantes.Los neoliberales crearon una dependencia denominada Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra, que puso su grano de arena en el agravamiento del conflicto: "expropió" 232 hectáreas de la Comunidad, pagando a 17 pesos el metro cuadrado (menos de 2 dólares) que luego quiso vender a los comuneros y a los invasores. Pero se echó atrás cuando los banqueros presionaron al exgobernador Horacio Sánchez Unzueta (flamante embajador ante El Vaticano), porque quieren seguir cobrando las hipotecas de las casas que se construyeron por fuera de la ley. Y el asunto quedó en el más profundo enredo.Si estuviera sencillo, ya habríamos ganado, porque tenemos la razón y el derecho de nuestra parte, además de la determinación de los comuneros de hacerlos valer. Pero el entramado de intereses es muy compacto y cada vez que avanzamos, nos vuelven a cerrar el paso.En medio de tanta dificultad, la movilización de un comunero emblemático, don Pedro Jasso Bravo resultó triunfante. Originalmente, se movilizó a la ciudad de México (al fin y al cabo el nuestro es un país centralista disfrazado de federal) porque Sánchez Unzueta ordenó encarcelar a su hijo Margarito, acusándolo de despojo de terrenos que son comunales, pero que reclamaban líderes charros (afines al gobierno) del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Una vez que logró que se le liberara sin cargo alguno, prosiguió la lucha hasta conseguir que se detuviera a Los Juanes Perreros.Aunque a mí no me gusta mucho lo del encarcelamiento de esos individuos (porque normalmente lucho por sacar gente de la prisión), en este caso era indispensable que se hiciera, para detener de raíz el negocio delictuoso de la venta de tierra comunal. Por más que el pri-gobierno quisiera poner libres a esos personajes, no puede hacerlo por la presión que representa la acción organizada de los comuneros y el apoyo que tienen en la sociedad potosina.Se necesitaba organizarlos, informarlos de su problema y capacitarlos para enfrentar al adversario. Ellos suponían que los únicos obstáculos eran Los Juanes Perreros, sin darse cuenta de que detrás estuvo siempre (y sigue estando) un sistema injusto, rapaz y discriminador. Ahora saben de qué magnitud es el poder que enfrentan, y han adquirido experiencia y medios intelectuales para salir avante.Por supuesto que ésta no es una lucha que solamente estén dando los comuneros de San Juan de Guadalupe. Se repite, con sus especificidades, en casi toda la geografía mexicana. En la raíz de la rebelión zapatista está la misma trayectoria de injusticia. Quienes en Guerrero y Oaxaca se alzan, tienen motivaciones similares.Como bien sabes, el modelo neoliberal es productor de desigualdades abismales entre las personas. Mientras el gobierno de Ernesto Zedillo ha dedicado más de 610 mil millones de pesos (más de medio billón de dólares) a financiar a banqueros incompetentes y sinvergüenzas, algunos de los comuneros han muerto en la miseria absoluta: hemos tenido que hacer colectas para comprar el cajón en que los entierren. Y eso que les pertenece la Comunidad.Si aceptásemos la corrupción del sistema, ya habríamos llegado a algún arreglo. Pero eso resolvería mis problemas, mas no los de los comuneros. En eso son expertísimos los gobernantes de este país.De los comuneros he aprendido la paciencia. No llevan tanta prisa como para que las soluciones no sean de verdad. Aguantan y esperan; lo han hecho por siglos.Creo que por ésta es suficiente. En otras te seguiré contando cómo ha sido y cómo es la vida de este grupo que intenta revivir su esencia huachichil, aunque los sabios los hayan exterminado con sus teorías.



Josè Enrique González Ruiz


Mèxico, D.F 1998.

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